LA EDUCACIÓN EN ESPAÑA 1945-1992
Claudio Lozano Seijas

Lozano Seijas, C. (1995). "La Educación en España 1945-1992", en p.p. 253-277 de la obra coordinada por 
A. PUIGGRÓS y C. LOZANO: Historia de la Educación Iberoamericana (Tomo I). Buenos Aires, Miño y Dávila Editores.

 

 

 

"En un Burgos salmantino de tedio y 
plateresco, en una Salamanca burgalesa 
de plata fina, Francisco Franco 
Bahamonde, dictador de mesa camilla, 
merienda chocolate con soconusco 
y firma sentencias de muerte".

Francisco Umbral
Leyenda del César Visionario

 

 

Prólogo de postguerra

          1945 no es fecha en España: no existe tal país sino como un campo de concentración para una parte considerable de su población de habitantes: existe una España del exilio, aún buscando la vida y asiéndose a las tablas de salvación de la liberación de París y a lo que eso debiera haber significado: un exilio interior, también de gente presa, en trabajos forzados, escondida en agujeros inencontrables, de profesores y obreros represaliados, de hambre negra -producto de aislamiento, que se iniciará entonces, pero también de haber sido granero del Tercer Reich-, de mujeres rapadas, viudas y beatas, de niños tiñosos y tuberculosos. Existe tambien una España que no habiendo aceptado la política republicana de los años 30, esperaba la paz después de la guerra. Y la España de Goya: es la época de la irresistible ascensión de José Ibáñez Martin, Ministro de Educación Nacional de Franco. 
          No hubo entonces un Acta de Educación como la británica de 1944, ni un Comité Harvard para la democratización de la enseñanza, ningún Plan Langevin-Wallon, ni el destejer una política progresista como el México postcardenista. ..Ni siquiera un octubre de 1945 -alusión a Perón- con perdón...
          Hubo la nada y reglamentos: en 1938 se había dictado una Ley del bachillerato, en 1943 se promulgó la Ley Ordenación Universitaria y en 1945 la Enseñanza Primaria tuvo su Ley.
         En el año 1945 habían transcurrido seis desde el final de la Guerra Civil española: a la política de aniquilación de los adversarios republicanos había sucedido la de la organización de la represión cara al sostenimiento del "Movimiento Nacional", la anulación de las reivindicaciones obreras, la supresión de libertades, la negación por un largo tiempo de los sistemas democráticos y el afinamiento y apuntalamiento del aparato ideológico del franquismo. Como es habitual, la educación era un pilar en ese sistema de dominación: no se pueden encontrar aspectos pedagógicos o educativos en la realidad de la educación española de esos años.
          La reforma del bachillerato del año 1938 -es necesario saltar siete años atrás porque no va a haber nuevas formas hasta entrados los años cincuenta- no fue tal. 
          La Ley de Ordenación Universitaria de 1943 fue un reglamento franquista en la línea de los sucesivos de la época de la Segunda Dictadura. 
          Con 1945 -la Ley de Enseñanza Primaria- un nuevo diseño de la realidad se va a llevar a cabo.


Introducción Académica


          España entre 1954 y 1992 es una vida, una experiencia, un ejemplo no se sabe bien de qué: del tránsito -demasiado largo- de un régimen político autoritario a la democracia liberal progresista; de un país aislado internacionalmente -más durante 1939-1945- a un Estado de cuña en la Guerra Fria; de una gente extrema, primitiva, ancestral y racial-probablemente la de Bizet- a un universo de consumidores modernos; de una antorcha ideológica -o un banderin de enganche para la juventud- a un modelo de Transición Democrática alabado por casi todos; de un ciclo largo de alfabetización; de un proceso de cambio de estructura social y económica.
          Para quienes vivieron la experiencia de los Años Treinta españoles -es España, desde Europa, a otra orilla del Atlántico- dicha viviencia les ha marcado de por vida: por las metáforas culturales de la época, por la cultura política de entonces, por el desarrollo de compromisos religiosos y sociales, por las formas amorosas y de amistad que se vivieron entonces: 

". ..Te escribo, con el papel apoyado contra las rodillas, mientras las oigo hablar y trato de decirles cuánto amo a España y sólo se me ocurre hablar de mi primera visita a Toledo, una ciudad que yo imaginaba como la pintó El Greco, envuelta en una tormenta de relámpagos y nubes verdosas, asentada sobre un Tajo ancho, una ciudad, ¿cómo te diré?, que estuviera en guerra contra sí misma. Y encontré una ciudad bañada de sol, una ciudad de sol y silencio y un alcázar bombardeado, porque el cuadro del Greco -trato de decirles- es toda España y si el Tajo de Toledo es más angosto, el Tajo de España se abre de mar a mar. Esto he visto aquí, papá. Esto trato de decirles. .." 

"Yo no temo. Del otro lado está la frontera y pasaremos esta noche en Francia; en una cama bajo techo. Cenaremos bien. Me acuerdo de ti y pienso que no sentirías vergüenza, que harías lo mismo que yo. Tú  también luchaste. y te darla gusto saber que siempre hay uno que sigue la lucha. Sé que te darla gusto. Pero ahora esta lucha va a terminar. En cuanto crucemos la frontera, se habrá acabado el miembro rezagado de las brigadas internacionales y empezará otra cosa. Nunca olvidaré esta vida, papá, porque en ella aprendí todo lo que sé..."
(Carlos Fuentes: La Muerte de Artemio Cruz)


          Por eso comenzar hablando, sin más de 1945, es esconder el bulto, comenzar con un escorzo, hacer mutis por el foro. Probablemente, también, ocultar la historia. En 1945 nadie entró en Madrid: la Salamanca de Unamuno, el Madrid de Ortega, de Azaña, el Bilbao de Prieto, la Barcelona de Vidal Barraquer o Puigelías, la Asturias de la reivindicación social... No hubo un Patton, un De Gaulle, un Eisenhower.
          1945 fue un "Santiago y cierra España". El comienzo  de un largo período de aislamiento y autarquía, de solipsismo político, de control extremo de la población, de represión del pluralismo político, educativo y cultural, la confirmación -después del final de la Guerra Mundial- de que se avecinaban tiempos duros donde resistir -el hambre, la enferme dad, la ignorancia- era esencial. España se salió de la
historia, aunque la reprodujera en forma caricaturesca y la representara en forma trágica.

          ¿Y Madrid? Lo dijo Dámaso Alonso:

          "Madrid era un millón de cadáveres".

          El período comprendido entre 1945 y 1992 está cruzado por meridianos de muy diversa índole:

          Desde el punto de vista político 1945 es el auge de lo que se ha llamado nacional-catolicismo,  la fusión de Estado-Régimen e Iglesia Católica, uniendo carisma y autoridad, convirtiendo al Estado en confesional. no sólo jurídicamente sino hasta en las menores manifestaciones de su despliegue público. Un autor como Ramírez Jiménez califica de "totalitarismo" ese tiempo y enumera sus manifestaciones: un jefe carismático, un partido único, una ideología oficial y el despliegue de un Estado-policía.
          Entre 1945 y 1960 se desarrollaría una "Dictadura empírico-conservadora". con un desarrollo económico, cierta apertura exterior. recuperación de características modernas del mercado interno.
          A partir de 1960 y hasta el fallecimiento del dictador, en noviembre de 1975, se despliegan las formas de un "franquismo tecno-pragmático": desarrollismo, consumismo, tecnocratismo, industrialización acelerada.
          La Transición Democrática, en plena crisis económica mundial, está dividida por el Ecuador de 1982, con el cambio político: a los Gobiernos de 1977-1982, tardofranquistas, antifranquistas, liberales, demócrata cristianos, sucederán los gobiernos socialdemócratas hasta más allá de 1992. Las caracteristicas de la vida política serán la reinstauración jurídica del Estado Democrático Social y de Derecho, la separación Iglesia-Estado, la consagración legal de las libertades políticas, religiosas y económicas. el modelo de Estado de las Autonomías, más allá del Estado Federal, un modelo económico mixto tendiendo al Estado liberal. La Constitución de 1978 y elecciones libres con la edad electoral en los 18 años. son la consagración de tal modelo.
          Desde el punto de vista intelectual 1945 es el fin del período duro del franquismo de Guerra Civil -tal vez entonces termina realmente la Guerra- y la necesidad de un
proceso de relaciones con el exterior que se fraguarán en los Cincuenta- de 1953 es el Concordato con la Santa Sede, de 1953, los acuerdos hispanoamericanos, de 1955, la aceptación en ONU-, la estigmatización permanente del exilio. Entre 1951 y 1956 se produce la primera "liberalización" intelectual, que comienza muy incipientemente en la Universidad, al amparo del despegue económico, que se alargará, hasta 1962.  Sigue un proceso de pretendida desideologización que algunos intelectuales orgánicos del franquismo establecen hasta entrados los 70, en paralelo con un segundo proceso de libertades intelectuales restringidas.
          Entre 1968 y 1975 se da el denominado tardofranquismo: la pervivencia de unas formas politicas que cada día se corresponden menos con el espectro social. En 1969 se da todavia -al igual que en 1975- la instauración del Estado de Excepción, que significa la suspensión de todo tipo de garantías jurídicas individuales y colectivas.
          Los Gobiernos de Unión de Centro Democrático -hasta 1982-, liquidarán jurídicamente el Estado franquista, concitarán un pacto social de todas las fuerzas políticas, reorganizarán- al amparo de la Constitución de 1978- los aparatos y poderes del Estado y se propondrán la solución de la crisis económica. En febrero de 1981 una partida de guardias rurales -la Guardia Civil- pretende un golpe de Estado.
          Cuatro elecciones democráticas desde Octubre de 1982 significan la instauración de gobiernos del Partido Socialista, la firma del Acta de Adhesión a las Comunidades Europeas, en 1985/86, el ingreso en la fuerza militar de la NATO y la  reinstalación de España en el mundo internacional, fantasma perseguido por los demócratas españoles desde siempre. España vuelve a la normalidad dirán los gacetilIeros. Y comienza por volver la vista a América. como siempre en los períodos progresistas. 

          Desde el punto de vista cultural, la herida y la experiencia del franquismo pervivirán por mucho tiempo en España: no se educa impunemente a varias generaciones en el temor, la ignorancia, la aversión a lo extranjero, la ausencia de curiosidad, no se las aísla, no se despliegan extraordinarios sistemas de censura, no se persigue al espíritu libre, no se condena la originalidad, no se liquida la tradición política -haciéndola desaparecer de los libros y las
calles y plazas públicas- con tanta saña y tan metódicamente como para que en quince años -desde 1977- la juventud sea otra. Probablemente el hilo con lo anterior al 1945, al 1939... ya no se anude jamás.
          Se ha firmado (Lerena) que desde el punto de vista de la implantación y desarrollo de la educación moderna en España, el franquismo no corta nada, no interrumpe nada: no hunde estadísticas ni quiebra sistemas educacionales, por lo demás casi inexistentes... Que hay que acotar un ciclo de 60- 75 años y situar ahí la historia de la educación en España: que el modelo liberal aún no trinfante vive una transformación, que por años existe una variante tecnocrática de dicho modelo.
          Sin duda puede hablarse así. Y la acribia del historiador lo requiere. Pero el franquismo fue como el fascismo, como el salazarismo, el gomecismo, etc... una derrota moral, cultural, intelectual, educativa. Aunque convendremos que los valores de una verdadera educación democrática no se alcanzarán en España sino en el ámbito de la restauración democrática a partir de 1978.


La educación franquista entre 1945 y 1975


En 1945 se consuma la liquidación del modelo de escuela pública de los años Treinta, un modelo -el de la escuela única-unificada- enunciado en la Constitución republicana de 1931, cuyo despliegue fue muy conflictivo por la pugna entre el Estado y la Iglesia, por la dificultad de instaurarlo en tan  poco tiempo -los cinco años de Repúbli ca, de 1931 a 1936-, por la característica laica de su implantación. De modo que puede afirmarse que la escuela de la postguerra española es sistemáticamente, la antítesis de la escuela republicana: integrista en lo religioso, confesional, muy reglamentada y vigilada, que separaba a los diez años a los alumnos destinados a la Secundaria, una escuela basada en el patriotismo, la autoridad, el sentido jerárquico. Fundamentalmente una escuela católica, pero con las características del catolicismo episcopal español, de la declaración de los obispos españoles de 1937, apoyando a Franco y afirmando que la Guerra Civil era "cruzada".
          La escuela fue, como casi siempre, un terreno de disputa ideológica entre las diferentes facciones del franquismo, especialmente la Iglesia y Falange Española, que aspiraba a colocar a la institución escolar al servicio del
Estado, un Estado separado de la Iglesia. El aparato de la Iglesia estaba integrado, además, por numerosas instituciones, asociaciones, federaciones que habían tomado parte muy activa en la obstaculización de la política educativa de la Segunda República. La Iglesia va a decidir muy tempranamente -prácticamente en plena Guerra Civil y luego sostenidamente a lo largo de los Cuarenta- que el Estado es subsidiario en materia de educación, tesis principal en la encíclica de Pío XI Divininlius Magistri, que se verá plasmada en la Ley de Enseñanza Primaria de 17 de julio de 1945:

"La nueva ley invoca entre sus principios inspiradores, como el primero y más fundamental, el religioso. La escuela española ha de ser, ante todo, católica (...) Se reconoce a la Iglesia el derecho que de manera superinminente, e independiente de toda potestad terrena, le corresponde para la educación por títulos de orden sobrenatural. .."

La realidad era más dura que la vieja letra: entre 1939 y comienzos de la década del 50 se depuró a quince mil maestros, casi el 30% de los existentes en 1936 (Navarro): se les prohibió enseñar, se les fusiló, se les desterró, se les inhabilitó o se les obligó al exilio. Apenas se construyeron escuelas, se creó una dura atmósfera donde sobrevivir y se reglamentó hasta la vida privada:

"El Maestro (...) no sólo tiene que ser un práctico en sus deberes religiosos sino que tiene la estrecha obligación de propagarlos y enseñarlos no ya en la escuela solamente, sino fuera de ella, puesto que su misión no termina con la hora de clase, sino que el Maestro es el maestro en todos los momentos de sus actividades (...)
Hombre que con el ejemplo de sus actuaciones fortifique ideales e inicie a quien los tenga; español cien por cien (...) fervoroso en el cumplimiento de sus deberes religiosos con la valentía de un verdadero católico..."

(Marques Sureda)

          Aquella Ley de 1945 redujo la escolaridad obligatoria a sólo seis años, frente a la reglamantación de 1923, que la encuadraba entre los 6 y los 14 años. Puede afirmarse que no se hizo nada por mejorar cualitativamente incluso aqueIla reducción y hasta los años Cincuenta apenas se construyeron escuelas.
          El Bachillerato en España -es impropio hablar para entonces de Secundaria, ni política, ni social, ni pedagógicamente- ha sido siempre un sainete, espejo trágico de la estructura social española: ni como canal de movilidad ideológica ha funcionado en España un Bachillerato Moderno. Hubo, incluso, un ministro de educación -ya en los Sesenta: Manuel Lora Tamayo, 1962-1968- que llegó a afirmar que era mejor no tocarlo: cada vez que se modificaba, se estropeaba más.
          Pero naturalmente eso es un proceso: el Bachillerato fue el terreno propio del aparato escolar privado: en plena Guerra Civil se suprimieron más de 50 centros -casi todos públicos- de segunda enseñanza. Temas marcadamente ideológicos para aquella España como la coeducación estiraron un poco más la estadística -había que crear Institutos femeninos separados de los masculinos- hasta 113 Centros en 1939. Desde entonces y hasta 1960 apenas se crearon más institutos: no llegaron a diez. Esta política, basada en asignar a la Iglesia el territorio del Bachillerato impidió el ensanche del clásico embudo educativo liberal, lo agravó -por la lenta pero segura recuperación demográfica-, cerró a las clases populares la segunda enseñanza y la Universidad:
          España, el mundo hispanohablante, la burguesía de los Treinta, produjo una teoría cultural de las clases medias altas, Misión de la Universidad, de José Ortega y Gasset, cuya crítica hecha está. Pero no sólo era un producto maduro e inteligente de aquel tiempo desde la perspectiva de un insigne intelectual orgánico de la mesocracia, sino que, en parte, se nutria de algunos aspectos criticos de movimientos sociales de época, como la reforma Universitaria que desde 1918 se desplegaba en América Latina.
          La Universidad española de los Cuarenta y primeros Cincuenta se construyó sobre una vana retórica:

          "Por una Universidad Imperial"

"Para el español no hay más que una posible escala de valores. aquella que tenga valor de eternidad {...) Cuando el español se desgarra sus entrañas y aparece con sus vicios y defectos, es típico, pero no universal. El español
hylico, visceral. no puede aspirar a crear su universidad; pero cuando descubre que el cosmos y el hombre en si no agotan el horizonte, sino que lo rellenan insuficientemente, cuando sabe que la existencia sin la trascendencia es orgullo demoniaco y frío, es entonces cuando adquiere verdadera categoría ecuménica (...) Es ahora cuando España puede tener su universidad."

"Porque cuando el Imperio español es, fundamentalmente y por encima de todo, un modo de cultura (...) España tiene en esto su mejor misión. El Imperio sobre América del Sur, será un Imperio de Cultura. Cuando de allí vuelvan sus ojos a los modos que tenga el español de resolver las contingencias y las esencias de la vida, la reconquista estará hecha y el Imperio fundado".
(López Ibor)


Y la represión: la depuración sistémica de los claustros universitarios, el terrorismo académico, con sus variadas formas: desde la acusación a quienes no podían defenderse hasta la simple delación por haber sido profesor de los claustros republicanos, la Universidad española liquidó en muy pocos años -prácticamente hasta los Sesenta- la tradición acuñada en años de lucha y de lenta edificación bajo la égida de nuevos maestros: jamás volvería a ser la tierra donde crecieron, libres y originales, bancadas de artistas, educadores, políticos, como los de la generación de García Lorca, la del 27, la de la República. Y eso ha constituido una enorme rémora histórica en el desarrollo de una cultura política española y en el nivel educativo y cientifico del país.
           Se creó una Universidad cuartel doctrinalmente falangista e imbuida del espíritu confesional católico de la época: la Ley de Ordenación Universitaria del 29 de julio de 1943 codificó. todo eso y creó el Sindicato Español Universitario, de afiliación obligatoria, que mantendría su hegemonía hasta el cambio sociológico de los años 60:

"La Universidad que se instaura en la presente Ley nace como corporación a la que el Estado confía una empresa espiritual: la de realizar y orientar las actividades científicas, culturales y educativas de la nación con la norma de servicio que impone la actual Revolución española (...) La Ley, además de reconocer los derechos docentes de la Iglesia en materia universitaria, quiere ante todo que la Universidad del Estado sea católica (...) y exige el fiel servicio de la Universidad a los ideales de la Falange, inspiradores del Estado, y vibra al compás del imperativo y del estilo de las generaciones heroicas que supieron morir por una patria mejor".

          El Régimen mostró, asimismo, su cara populista en varias vertientes: las misiones culturales (Juez Vicente) -continuadas en las actuaciones alfabetizadoras posteriores- y en el control y encuadramiento de la población juvenil creando el Frente de juventudes en cual fue obligatoria la afiliación a partir de 1941, así como en la Sección Femenina de Falange.
          Para entonces -años Cincuenta- España fue admitida en la Organización de las Naciones Unidas (1955), se firmó el Concordato de 1953, que confirmaba la dependencia doctrinal del sistema educativo y los Estados Unidos desplegaron bases militares en territorio español, al suscribir los Acuerdos Hispano-Americanos, que significaron una importante dejación de soberanía en un régimen político que se autodenominaba nacionalista. Se había asentado el poder de Franco y construido el andamiaje corporativo-orgánico de la Dictadura: las Leyes Fundamentales del Estado, La Ley de Sucesión, el Fuero del Trabajo. Son los años del comienzo de la industrialización y el final de la autarquía: la estabilizaciñon económica desde 1957 aproximadamente.
          La escuela rural unitaria -un maestro por pueblo, con todos los alumnos en un aula, con la vivienda adosada a la escuela, con sueldos de miseria, constituyendo junto con el cura y el jefe de la guardia civil, como la canción de Serrat, las máximas autoridades locales- fue la estampa clásica de la educación en España en aquel tiempo. La graduación escolar, iniciada a comienzos de siglo, parecía abandonada y estadísticamente era irrelevante. La primera campaña de alfabetización, del franquismo data de marzo de 1950. Durante más de diez años se trató de remediar la situación de extrema precariedad cultural en que se encontraban
zonas del país como Andalucía, Canarias, la Mancha y rincones de Galicia, Extremadura o Levante.
          Es la época de mandato de un Ministro de Educación de singular fortuna propagandista hasta ahora mismo: Joaquín Ruiz Giménez, demócrata cristiano, la fue entre 1951 y 1956, en sustitución de José Ibáñez Martín, el ministro de los años duros, de imborrable recuerdo por lo sistemático de la represión y el afán integrista de su misión. Ruis Giménez apenas hizo nada porque no son verdaderas las alrededor de cinco mil escuelas que la estadística oficial dice que se construyeron durante esos años. Es verdad, en cambio. que aquellos años son el comienzo legal de un plan de construcciones escolares que terminará desarrollándose con su sucesor, Rubio García-Mina, ministro hasta 1962.
          En 1949 el 70% de los alumnos de bachillerato estudiaba en centros religiosos y un 21% en institutos nacionales. No será hasta comienzos de los Sesenta cuando se iniciará la expansión estadística del Bachillerato. diversificando la tipologia de centros, aumentando su número y tornando el Estado el peso de esa política sobre todo en las zonas rurales.
          La destitución de Ruiz Giménez se debió a incidentes universitarios en Madrid, la que ha dado lugar a un relato épico de la rebelión universitaria durante el franquismo que alimenta las nuevas biografias de la vida política española actual. Ciertamente los jóvenes que llegaban a la universidad a mediados de los Cincuenta pertenecían a una generación posterior a la de la guerra civil y la composición social y demográfica del país estaba cambiando. Pero conviene recordar que la Universidad seguía férreamente controlada, que el porcentaje de estudiantes era mínimo con respecto a la todavía menguada escolaridad de entonces y que el peso político de la Universidad -salvo en el capítulo del orden público y policial- era inexistente.
          Suele decirse que 1959 fue decisivo atribuyendo a la implantación de un plan económico estabilizador -e internacionalmente homologable- las perspectivas de desarrollo económico de la década que siguió. Los Sesenta reflejan extraordinariamente bien lo que fue el franquismo, cuando dejan ya de firmarse masivamente las sentencias de muerte originadas enjuicios sumarísimos, cuando se inicia un proceso inmigratorio interior que habría de volver del revés la estructura social y económica de España y cuando se inicia un sostenido período de acumulación que pondria el acento en la modernización económica pero sin mover un
ápice del sistema político y las referencias culturales propias de una dictadura "tecno-empírica". El famoso "Estado de obras" que volvería a teorizarse en la época final del franquismo.
          En 1956 se iniciaría un plan de construcciones escolares que edificó 23.000 aulas. Pese a ese esfuerzo, cuando se inicia en España la planificación normativa, el llamado Plan de Desarrollo de 1964 estimaba en casi 28.000 el número de aulas necesarias, aproximadamente la misma cifra que al comienzo de la experiencia republicana, lo cual en esa fecha era una estimación errónea como mostraría la experiencia: no se tuvo en cuenta el crecimiento vegetativo de la población y el deterioro de lo existente y aquella España que emigraba del campo a la ciudad, con las consiguientes bolsas de analfabetismo y desescolarización. Cuando se arribe al final de la década se estimarán en casi 1.400.000 los puestos escolares necesarios.
          El Bachilletato se extendió definitivamente en España, eso sí, con todas las características tradicionales del siglo XIX. El franquismo había creado "su" Bachillerato por ley de 20 de septiembre de 1938, en plena Guerra Civil, con una finalidad y un contenido currícular -diríamos hoy- de acuerdo al papel social que tenía que desempeñar: preparar para la universidad a quienes por condiciones de clase podían optar a ella. Segregar la primaria, fragmentar a la población, imbuir los principios filosóficos y doctrinales del Régimen y someter todo eso a un severo Examen de Estado al final de siete años de estudio.
          A lo largo de los Sesenta comienza la construcción de Institutos, en el marco de una política de extensión por medio de una geografia muy variada de Centros, en cooperación con ayuntamientos y financiación privada. Será el Estado quien se ocupe de los lugares que la Iglesia no quiera ocupar en ese proceso de secundarízación del sistema educativo español, de modo que si a finales de los Cincuenta menos de un 20% de alumnos acudían a Centros estatales, a comienzos de los Setenta la tendencia se habrá invertido y el 51% de los alumnos serán "oficiales" como se decía en el lenguaje de la época.
          Se renuevan los programas -1953-, se crea la Enseñanza Media profesional y cada cinco años más o menos se reformará legalmente el Bachillerato: planes de 1938, 1949, 1953, 1957, 1963, 1970y 1975, nada menos. Efectivamente Lora Tamayo parecía tener razón, aunque el porcentaje de alumnos de bachillerato aumentó durante la década de los Sesenta en más de un 300%, cursando unos estudios
fragmentados en dos ciclos -Elemental y Superior-, con sus respectivos exámenes de grado y propiciando un tímido inicio de profesionalización secundaria.
           El maestro seguía siendo un relegado social como refleja su menguada economía: a principios de los Sesenta, un maestro cobraba menos que treinta años antes: Navarro reproduce el siguiente cuadro:


           En 1964 un maestro barcelonés publica estas cifras, extraídas de la prensa diaria:


Un maestro gana, como sueldo inicial... 1.820 ptas/mes
Un maestro gana, con 23 años de servicio... 2.037ptas/mes
Un maestro gana, a punto de jubilarse... 2.223 ptas/mes
Una secretaria de Caja de Ahorros... 8.833 ptas/mes
Un peón especializado... 8.000 ptas/mes
Un ordenanza del Banco España... 3.700 ptas/mes


           En 1964 se extendió la escolaridad obligatoria hasta los 13 años y se había instaurado la exigencia de un certificado de estudios primarios para acceder a una ocupación laboral. El Primer Plan de Desarrollo (1964-1967) no cumplió la planificación prevista aunque construyó 12.000 aulas. El Segundo Plan de Desarrollo (1968-1971) contemplaría procesos de concentración y comercialización escolares, construcción de 25.000 aulas, siempre contado con déficit enorme en cuanto a la escolarización de una población en franco crecimiento. La graduación escolar avanza lentamente ya mediados de los Sesenta la mitad de las escuelas eran todavia unitarias. Al final del franquismo, en 1975, estaban en franca liquidación, representando menos del 7%.
          Todo ello respondía a un cambio social como nunca antes -el Régimen celebró los "25 Años de Paz" a bombo y platillo- en la historia de España: la población agrícola, descendió a la mitad, millones de españoles emigraron , dejando abandonados en muchos casos sus pueblos y aldeas, disminuyeron las poblaciones medias y aumentaron espectacularmente las ciudades de alrededor de cien mil habitantes. Había que cerrar escuelas, transportar alumnos, crear nuevos centros en las ciudades ahora sobre pobladas, edificar ciudades dormitorio, desarrollar los transportes, manejar como nunca las estadísticas escolares, ser moderno sin dejar por ello de ser diferente: "Spain is different" era un lema turístico por excelencia, con lo que se justificaba, de paso, la singularidad política del régimen,
político de dictadura corporativista, también llamado  eufemísticamente de "democracia orgánica".
          La modernización pedagógica ha sido elocuentemente inventariada [Escolano, 1992a]: Existían ya los estudios universitarios de Pedagogía en cuatro Universidades -una de la Iglesia- se estaba produciendo un cierto relevo generacional en la "intelligentsia" educativa, todavía duramente disputada por algunos de los grupos de presión del franquismo, en este caso, el Opus Dei, que copó la educación española casi hasta el final de la dictadura y más acá. 
          Además se habían creado -por la influencia de las políticas de organismos internacionales como UNESCO- centros de estudio y planificación de la educación que pretendían sostener la formación continuada de los maestros, principalmente; se trabajó con base a las estadísticas, situando a expertos en puestos de la política educativa y España fue incluida en programaciones como el Proyecto Regional Mediterráneo (1961).
          A Ruiz Giménez le había sustituido como ministro de educación Rubio García-Mina, promotor o ejecutor de una gran cantidad de medidas de aceleración y modernización del sistema educativo.
          En 1963 se había iniciado la segunda campaña de alfabetización y promoción de adultos, en conexión con programas de cualificación de la mano de obra, que en ese tiempo emigraba masivamente a las ciudades. El objetivo no sólo era alfabetizar a los mayores de 15 años sino dotarles del certificado de estudios primarios antes citado y hacerlo mediante una oferta y una presión social. La campaña duró cinco años y la llevaron a cabo más de 300.000 personas; se crearon miles de aulas para analfabetos y todo un aparato de medidas complementarias y material para neolectores. En 1973 esa alfabetización de adultos se daría por concluída, aunque las estadísticas no eran todavía -nunca lo serian- demasiado boyantes. mostrando porcentajes -entonces de casi el 7%- que no cesarían de incrementarse por causas sociales y económicas. Pero era el final de una etapa y el comienzo de la política de educación de adultos, que pertenece a otra óptica académica y profesional.
          El populismo del Régimen fue una de sus caracteristicas esenciales: la movilización de agentes e instituciones como Acción Católica, la sección Femenina de Falange, congregaciones religiosas. Servicio Universitario del Trabajo, la creación de Institutos Laborales (1949), la Organización Juvenil Española -que pretendía modernizar al demasiado parecido a la Balilla fascista, Frente de Juventudes-,
la ley de educación Física de comienzo de los Sesenta, la red de Universidades Laborales: 
          Como expresión del enfrentamiento, de la existencia -o coexistencia- de las diferentes familias ideológicas del Régimen, a lo largo de su historia se crearon subsistemas educativos, debidos en gran medida a la necesidad de atender a esas políticas populistas a las que aludíamos. Un caso curioso lo constituye el de las Universidades Labora les, que existen entre 1950 y 1979. Fueron un intento falangista de apropiarse de una cuota de sistema educativo, fracasada su presencia en los años posteriores a la Guerra. El Ministro de Trabajo -falangista- que lo llevó a cabo fue Girón. Se trataba de dedicar partidas presupuestarias de las mutualidades y sindicatos obreros a la erección de un sistema específico, que en su fase terminal permitiera el acceso a la Universidad. Comenzaron a funcionar en 1956 y constituyeron una geografia escolar monumental, sólo comparable a los antiguos colegios de algunas órdenes religiosas. Sevilla, Tarragona, Gijón, Córdoba albergaron grandiosos edificios -en la línea fascista- monumental de la arquitectura del Régimen, cual el Valle de los Caídos, en las afueras de Madrid, donde está enterrado Franco que proporcionaron promoción social a más de 25.000 alumnos, hasta 1972, en que se integran en el Ministerio de Educación. En su periodo final hasta 1976 las Universidades Laborales pasaron a organizarse como centros de Enseñanzas Integradas, dispensando educación a niños, jóvenes y adultos: una veintena de Centros, que acogían a más de 45.000 alumnos.
          El Ministro Villar pasará a la historia por ser el impulsor y el ministro durante cuya administración se promulgó la Ley General de Educación de 1970, que junto con la Ley Moyano de 1857 y la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo de 1990 son las tres cumbres de la política educativa española desde su existencia, esto es, desde finales del siglo XVIII.
          A finales de los años 60 la situación educativa española poco tenía que ver cuantitativa y cualitativamente con la de 20 años atrás, salvo en la participación del Estado en los Presupuestos de educación. El marco legal seguía siendo, pues no había sido derogada, el de la Ley de 1857. Las numerosas reformas parciales, los desarrollos educativos a que nos hemos venido refiriendo, la nueva situación social y la homologación a las políticas de la época de la educación como desarrollo, incluyeron a España en el diseño de las políticas educativas universales. En 1969 se publicó un
Libro Blanco de la Situación Educativa en España, cuya segunda parte estaba constituida por las bases para reforma de la educación. La Ley de 1970, pues, significó ante todo el intento de introducir definitivamente la educación moderna en España, definiendo la estructura de la educación básica para todos hasta los 14 años, con un Bachillerato de 4 orientado específicamente a la universidad, con una Educación Profesional destinada a los fracasados del sistema.Y una reorganización de la Universidad y la instauración de nuevas titulaciones. Sobre todo, significaba modernizar la primaria, agitar a los profesores -desapareció la denominación de maestro-, renovar los programas, introducir la tecnología en la escuela, definir una carrera docente, establecer un esquema meritocrático-tecnocrático. Era establecer definitivamente la modernización en la enseñanza en España. luchar contra la critica radical que comenzaba a extenderse por el mundo -en 1969 fue un año de Estado de Excepción en España- y asimilar la estructura educativa a la productiva, si se me permite repetir el tópico.
          La Ley de 1970 acabó legalmente con la situación de subsidiariedad del Estado en materia de educación:

"es responsabilidad (del Estado) la función
esencial de formular la política de este sector,
planificar la educación y evaluar la enseñanza
en todos sus niveles y centros"

y más adelante se ratificará para la educación "la consideración de servicio público fundamental".

          La Ley acabó, asimismo, con el sistema dual del final de la enseñanza primaria y se extendió la obligatoriedad hasta los quince años el prescribir que quienes no continuasen el Bachillerato debían seguir una formación profesional de dos años. No sólo se quIso escolarizar totalmente a los niños de entre 6 y 13 años, inclusive, sino que se dictó una normativa sobre centros docentes, un diseño de colegios nacionales. unas necesIdades de espacios, recursos, etc...
Realmente hacía falta escolarizar a un millón de niños.
          La realidad se impuso: no hubo dinero porque no hubo prioridad política para tamaño esfuerzo. Algún día podremos conocer realmente la verdad de aquella historia,  pese a que algunos protagonistas cuenten cuentos de ciego (Diez Hochleitner. 1988). Hubo además. una mala asignación de recursos y mala administración y -aunque parezca increíble- no se contabilizó adecuadamente la avalancha demográfica. Y nació la chapuza española: las aulas prefabricadas, el doble turno por necesidad, locales habilitados en malas condiciiones. Al comienzo de la Transición había todavía más de 700.000 alumnos mal escolarizados, especialmente en los 14-15 años. Y se olvidó el preeescolar, que quedó prácticamente fuera del sistema educativo.
          El Bachillerato fue un fracaso, como había advertido Lora Tamayo. El cuerpo de Catedráticos de Institutos liquidó los aspectos cualitativos de los tres cursos de estudios y del Curso de  Orientación Universitaria, que precedía al ingreso en la Universidad. No sería la última vez de un suceso tan paradigmático y de la labor de obstrucción de los cuerpos docentes.
          La Universidad continuaba su agitada vida, tras las luchas de fines de los Sesenta, los cambios de planes de estudio y la permanente presencia de rectores comisarios, ViIIar, sustituto de Lora en 1968, creó Universidades "autónomas", aumentó el número de ellas, diversificó los centros por ciclos y pagó mejor que nunca a los profesores estables, aunque los contratados temporal y económicamente aumentaron vertiginosamente hasta constituirse en un problema fundamental para el futuro de la universidad. Nunca como entonces se han dedicado tantas horas a asambleas, huelgas, se ha politizado tanto a la Universidad y sin embargo no ha surgido de ella ningún movimiento de reforma social, atada como estaba a la dura represión tardofranquista, con los claustros repletos de policías de civil. En 1969 la policía asesinó al estudiante Enrique Ruano y tales circunstancias aún no han sido aclaradas. En realidad la ley no podía arreglar el problema político de una Universidad enfrentada al franquismo. Se pedía la democracia.
          Se programaron diez años para extender definitivamente la reforma. No fue así: las luchas intestinas por el presupuesto, las resistencias a que el Estado tomara la iniciativa en el terreno educativo -pese a que consagraba, tratando de corregirla, la situación de la enseñanza privada a la que ahora pasaba a subsidiar: situación que no han podido corregir los gobiernos posteriores a 1977-, el final del Régimen: los efectos de la Crisis del Petróleo, la presidencia del Gobierno del Almirante Carrero -con su singular Ministro de Educación, Rodríguez, sustituto de ViIIar-, los últimos meses de Franco, todo ello hizo que la puesta en práctica de la Ley fuese parcial y ralentizada.
          En 1975 los españoles vivieron bajo el terror. El terror de quienes ponían bombas y asesinaban a policías en
nombre -se decía- de la libertad y el Terror de Estado que hacía que quien llamaba a la puerta de madrugada no fuese nunca el lechero. Franco murió en noviembre de aquel año en medio de la campaña internacional en contra de las sentencias de muerte que tribunales militares habían dictado contra miembros de bandas armadas.
          Para entonces la televisión comenzaba a ser en color, el analfabetismo se había reducido a una cifra política funcional, la escolarización se extendía al amparo de la Ley 1970; comenzaba a conquistarse la libertad de imprenta; a pesar de la salvaje política de industrialización -que arruinaria el medio ambiente para las dos generaciones siguientes- Ia primera industria del país seguía siendo el turismo; varios millones de españoles eran mano de obra barata en países europeos; la Universidad vivía en plena transformación.
          Y llegó la democracia, tras dos años de interinidad postfranquista, en junio de 1977. En plena crisis económica occidental -la Crisis de Empleo- y sin que los españoles se hubieran enterado.

La vía española a la Transición Educativa

          Con Franco o Contra Franco los efectos ideológicos de la planificación educativa de finales de los Sesenta y los primeros Setenta se habían asentado en la mentalidad española. La educación era un valor establecido y las familias tendían a disminuir el número de hijos, asegurando un mayor bienestar a sus retoños, para los que pretendían el mejor nivel de estudios. Los problemas que se plantearon a partir de 1976-1977 se referían a aspectos educativos generales: calidad de la enseñanza, reducción del analfabetismo, la nueva educación de adultos, la definitiva implantación o derogación de la Ley de 1970, el papel y formación de los profesores, la nueva misión de la Universidad y el lugar de la ciencia. ..; a aspectos ideológicos: cómo organizar todo eso desde el pluralismo político y una sociedad libre y democrática...; a temas de planfIcación: cómo reorganizar el papel del Estado y la "Sociedad Civil" en el terreno educativo...; a la política educativa: la educación y el nuevo modelo de Estado, todavia por dilucidar .¿Se trataba de una nueva historia?
          1- La transición a la democracia se inicia en España con la aparición en la vida política de una generación que no
sólo no vivió la Guerra Civil, sino que se educó en los años Sesenta, lo que supuso suficiente distancia cronológica como para no sentirse obligada con ningún legado, salvo el de la pacificación y la libertad, tal vez también la igualdad. Probablemente, en el terreno de la educación y la cultura, la Transición consista en la coexistencia de varias tradiciones en la arena pública a partir de 1976/1977:

  • el legado del tardofranquismo, el proceso modernizador y desarrollista, el modelo educativo tecnocrático, interrumpido por la crisis económica y la involución política de mediados de los años 70. La "generación del Príncipe", la inversión y normalización de la curva demográfica que ha estudiado De Miguel ( 1987) y la revocación de la Ley de Educación de 1970. También, la evolución de la pedagogía española desde una situación de dependencia y colonización (Pineda Arroyo, 1987);

  • el exilio interior, la recuperación de aspectos del legado republicano, lenta e intemitente que ha estudiado y actualiza Elías Díaz (Díaz, 1978). La confluencia con las alternativas desde comienzos de los años 60: las alternativas a la enseñanza. que surgen y proliferan a mediados y finales de los 70;

  • el exilio exterior. El retorno de los exiliados, su reintegración formal a la nueva situación democrática, donde apenas ejercen influencia pedagógica, cultural y educativa. Es un "fraca so" propio de los años de la Transición. Jamás se plantearán en clave de la tradición, la experiencia y la sabiduría que representa dicho exilio, los problemas educativos de la España de los 80. Es una estigmatización histórica, incomprensible culturalmente porque de lo que  se trataba era precisamente de mayor y mejor educación para el pueblo de España, justo el ideal civilista que truncó la Guerra;

  • el repliegue de las políticas educativas universales desde comienzos de los 70. La nueva situación internacional. La nueva división del  trabajo. La política de fin del aislamiento político español. La transición como incorporación definitiva al mercado mundial, también en las formas políticas, una Modernización (Mansilla, 1986).

         2- La Transición, por tanto, es un ciclo corto de educación de una nueva generación, que integra elementos diferentes:

  • Sociológicamente, franquismo y antifranquis mo.

  • Educativamente, detención y fracaso de la política modernizante de 1970; movilizaciones en pos de nuevos modelos educativos; peso importante de lo privado en el régimen de las escuelas; excentricidad de los estudios de Ciencias de la Educación con respecto a la movilización popular.

  • Políticamente, transición pacífica de un Régimen autoritario a un nuevo modelo de Estado. Nuevas relaciones intemacionales. Nuevas relaciones entre las burguesías que secularmente habían apuntalado al Estado. Modelo político, una Constitución de consen so, la de 1978.

  • Un doble proceso cronológico: liquidación de los aparatos de Estado franquista, neutralización de las alternativas políticas extremas y un lema: Que circulen las ideas y los capitales. Por ello, la programación social y política mezcla las tendencias realistas y legitimistas y se enuncia un doble mensaje: modernización con democratización y se programan el ajuste y la expansión o redistribución.

  • Pedagógicamente:

- la iniciativa de reformas la enarbolan los cuerpos de docentes, sindicatos o corporaciones profesionales y las movilizaciones confesionales, en nombre tanto del antifranquismo, el nuevo código democratizador e incluso la política educativa desde el MEC, neutralizando las algaradas. Pese a ello, la "intifada" escolar de la primavera del 88 (Viñao, 1992) y el movimiento docente han hecho descabalgar a un ministro de educación.

- los pedagogos apenas gozan de presencia pública y sólo recientes campañas de moralización social les señalan como expertos. Están infrautilizados politica y técnicamente. Los puntos de toma de decisión son pocos y no pertenecen a esos círculos. Causas: oleada contra los estudios Universitarios de Educación, en varios sentidos: recelos antifranquistas contra las Secciones de Pedagogía -reinstaladas en los Cuarenta y Cincuenta-, situación científica preparadigmática, neonormalismo (Lo zano, 1988):

- guerra escolar, bajo formas democráticas y sin producir los desgarros sociales de los años 30, El Estatuto de Centros Docentes de 1980, la Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE), de 1984, el Estado de las Autonomías, las relaciones Iglesia-Estado, configuraron un "pacto escolar" que se tradujo en un mensaje de convivencia y modernización, con numerosas ausencias:

* Se ha respondido a las urgencias. Más a los problemas de masificación que a los de democratización de la educación. Expansión cuantitativa de la escolaridad en todos sus niveles. Deterioro de la calidad del aprendizaje que se ofrece. Menosprecio de los años de estudio en el mercado de trabajo.

* ¿Qué hacer con quienes no habian hecho el Bachillerato y provenían de la Educación Básica?

* Identificación de modelos de formación.

* El problema de las políticas de la lengua/las lenguas. no resuelto como tampoco la coordinación o segregación de las políticas estatales y regionales.

* Evolución del modelo de desarrollo de la ciencia y la técnica. Reestructuración de la infraestructura de investigación educativa. 

* Privatización / profesionalización de los ciclos superiores de la Tercera Enseñanza.

* Redefinición de la educación básica. 

* Segmentación interna del sistema educativo.

* Vaciamiento de contenidos socialmente significativos en los circuitos pedagógicos destinados a los sectores populares. 

* Valoración negativa o exenta de las políticas de
       -vínculo educación-sociedad,
       -calidad de los estudios,
       -renovación de los curricula escolares.

* Localización de los subsistemas educativos españoles en el marco de los espacios educativos europeos. 

          Por todo lo dicho, los años 1977 a 1992 han sido apasionantes en la vída española: se ha escolarizado prácticamente al 100% de la población en edad escolar , se está dando el tránsito del Bachillerato a la Educación Secundaria -aunque el corporativismo de colectivos docentes y el carácter de cajón de detritus social que siempre ha tenido la Educación para el Trabajo, la Formación Profesional- hagan ese proceso impredecible. La Universidad, que sigue siendo mayoritariamente estatal por la secular incuria del capitalismo español que prefiere que la formación la dispense la universidad pagada con fondos públicos, ha duplicado el número de alumnos y las pruebas de selección siguen siendo superadas por el 90% de quienes optan a ellas. Se ensayan experiencias para renovar la educación de Adultos y los programas de Educación Compensatoria, luchando por atender la diferencia y propiciar la igualdad. Finalmente, como siempre en España, se ha aprobado la Ley de Organización General del Sistema Educativo, en 1990, que extiende la escolarización obligatoria hasta los dieciseis años, crea otro Bachillerato, enlaza con la Formación Profesional y multiplica por cuatro las carreras universitarias, mayoritariamente acortadas a cuatro años, encauzadas al mercado profesional.
          España es hoy diferente a la de Malraux, Cappa o Hemingway. Su Santidad Juan Pablo II colapsa las más espaciosas avenidas en sus frecuentes visitas. La patronal de la enseñanza privada -que recibe cientos de miles de millones anuales de subvención- organiza unas manifestaciones extraordinarias porque no se enseña obligatoriamente el catecismo en la escuela. Apenas existen fundaciones que sostengan programas educativos o de desarrollo de la ciencia. Se trata de un país donde existe el mayor parque de televisores de Europa, donde se lee menos y casi no se compra prensa diaria. Las encuestas sociológicas yerran estrepitosamente porque nadie dice lo que piensa al ser interrogado sobre un tema público.
          Hay casi diez millones de pobres, de esos que no saben qué van a comer o dónde van a dormir al caer la noche. También contamos con casi un 35% de analfabetos funcionales y el tipo social medio es un analfabeto oral secundario, más súbdito que ciudadano, más consumidor que elector .
          Ya no puede hablarse de modelo educativo español -que, por otra parte, era un calco de la tradición francesa conservadora-, sustituido y disgregado por los poderes regionales, especialmente en Cataluña, Galicia y el País Vasco, que luchan por desterrar como lengua de uso la lengua oficial, el castellano. Hay una nueva división admnistrativa -más allá del modelo de Estado federal habitual en otros países o tradiciones- que concede competencias exclusivas o plenas -atención al distingo- a diferentes regiones, 17, cada una con su Estatuto de Autonomía, lo que está haciendo difícil un modelo mínimo de planificación y de asignación y circulación de recursos.
          El Estado -siempre el Estado al hablar de España-, asumiendo deberes históricos, dirige el proceso. Hoy es el Estado Evaluador, que trata de inculcar una mentalidad liberal progresista, cuyo norte es Europa, siempre Europa. Aunque nunca como antes -casi desde los 30 años- se ha mirado tanto, se ha querido tanto y se tiene tan cerca a América, con cuya historia reciente se han comprometido millones de jóvenes españoles, tal vez sabiendo que el futuro
está al Oeste y al Sur, siempre el Sur, donde se lucha por la libertad y la justicia en los momentos en que la vieja Europa muestra un escenario de inmoralidad parecido al de las antesalas de las pasadas Guerras mundiales. 

          3- Resumía, en un acto protocolario, Don Luis Gómez Llorente -el ideólogo del proyecto educativo del Partido Socialista antes de 1982 (Gómez Llorente, 1981)- un inventario de tradiciones que nutrieron las alforjas educativas para el viaje de la Transición. Al rechazar la contraposición entre utopía y realidad. rememoró el proyecto de renovación de la escuela española, designado genéricamente como "Escuela Pública". De aquel proyecto subrayaba el Sr. Gómez Llorente tres elementos básicos: un ideal participativo, de inspiración vagamente autogestionaria; cierto énfasis en la valoración de las lenguas y culturas de las diversas nacionalidades del Estado y el valor de la escuela como mecanismo reequilibrador de las desigualdades. Era un modelo escolar quintaesenciado en tres atributos: ciclo único, escuela única, cuerpo único de docentes. Se habló aquel día, bien que de pasada, de esperanzas e impaciencias, también de decepción. En su respuesta, el Ministro de Educación hizo de Ministro, esto es, de bombero, apagó las llamas y resumió:


    "No se cambian las cosas con sólo proponérselo
(...) No estamos legitimados para escapar de las
exigencias de la acción política, de las diflculta-
des que nos presenta la realidad. .."

(Diario "El País", 31 de enero 1989)


          4- La Transición se muestra, en parte, como expresión de la disgregación del Estado Oligárquico Liberal Español y el proyecto de convertir en realidad la declaración de la constitución de 1978: un Estado Democrático y Social de Derecho. Puede detectarse una cierta crisis hegemónica: ningún sector puede detectar como propio -y menos aún sentir conformidad- lo que sucede en las escuelas.
          Por un lado, una ancha franja del sistema educativo continuará o no teniendo una función ideológica y la franja del sistema ligada al empleo guiará sus decisiones por objetivos internacionales de la división del trabajo. Lo más interesante es que todo ello se nos presenta envuelto en la idea de progreso, como solución a un problema de atraso, y solucionable con un diseño adecuado. Sería dificil afirmar
que sólo en eso consiste la crisis. Posiblemente nos hallemos ante una política de reorganización social -que en el caso español acentúa sus perfiles por las consecuencias del franquismo y la recurrente crisis económica- en mucho parecida a los proyectos liberales de las revoluciones industriales: fundar lo múltiple en lo uno, lo particular en lo universal, la diferencia en la repetición, es un modelo de reconstrucción de la realidad, probablemente un modelo racionalista-burgués, que se resuelve teóricamente en las nociones de orden y armonía, poniendo por delante las grandes ideas civilizadoras occidentales y sofisticando y multiplicando la represión: "Un mundo donde reinan la libertad, la igualdad, la propiedad y Bentham", podría ser muy bien el contradictorio eslogan de estos quince años de vida española. ¿Un progreso?.


Epifanía desde 1992


          En 1992 se comentó y hasta se celebró én España el centenario del nacimiento de Franco, que ha suscitado un alud de publicaciones revisionistas cuando no abiertamente laudatorias. En 1993 un conocido periodista, Luca de Tena, ha sido premiado por un libro en que se afirma que durante la Guerra Civil el poeta Rafael Alberti asesinaba ciudadanos en la checa del Teatro Bellas Artes de Madrid. No ha pasado nada. Finalmente en plena primavera de 1993 ha fallecido en Madrid el Conde de Barcelona, padre del Rey, lo que ha originado todo un espectáculo de psicología histórica: el del prefranquismo de la cultura de masas en españa: los funerales han reunido el espectáculo de aristocracia, ejército, clero, banqueros. La noticia se ha escrito hacia atrás: al difunto se le ha llamado Juan III, como si no hubiese habido ni Segunda República ni franquismo. Se le ha llamado "majestad católica", como si no hubiese en España una Constitución laica, la de 1978...
          1945-1992 es una etapa crucial en la historia de la España contemporánea. Sus características son sus déficits. La ausencia de República. De esa cultura política, laica, civil igualitaria, en libertad que significa la palabra república.
Una buena educación republicana. Aún la busca la mayoría del pueblo español, que luchó contra Franco, no lo olvidemos, y perdió.

 

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